domingo, 7 de noviembre de 2010

Solo ves mi carne y huesos...

La tarde se arrastra lentamente, el cielo, de un blanco sucio, si no la lluvia, trae mucha y fría humedad. Ayer y hoy seguí los actos de Santiago y Barcelona (por la tele, claro) con curiosidad propia de una europea judeo-cristiana. Tiempo ha que no veo el mundo únicamente en su dimensión material, ahora me parece poco que sea solamente eso: tangible y verificable. Sé que hay algo que no veo con los ojos, pero está, lo siento cuando pinto, cuando miro y no pienso en nada concreto, es la belleza en cada partícula, en el mar cuyas olas dejan rastro para borrarlo, en las nubes que cambian mientras se persiguen, es la belleza de una mirada, fugaz y eterna, imposible de atrapar, necesariamente libre. Debe ser que he dejado de tener miedo a mi propia espiritualidad, sé que estoy de paso, de una brevedad enorme y que, afortunadamente, ¡ya no me importo! Y me gusta.

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