domingo, 20 de febrero de 2011

Retorno, para comenzar de nuevo

Dentro de unos días, una buena amiga y sus hijas, volverán a su país austral para dejar las cenizas del que fue su marido y padre. También, y por esto escribo, del que fue mi amigo. En los ochenta, aquel período duro y terrible de dictaduras y tiempos inciertos, obligó a muchos a  empezar de nuevo. Siempre me han parecido los más dolorosos los exilios por cuestiones políticas. Nuestra amistad llegó inesperada y nos hicimos amigos del alma. A poco tiempo llegaron ellas, y se amplió el círculo. Solíamos conversar sobre lo fundamental, lo anecdótico y cotidiano se despachaba rápidamente. Ellos fueron y son, parte de mi familia elegida.  Y aunque me fui a vivir cerca del mar y Madrid quedó lejos, aunque pasamos por distancias grandes y absurdas, nunca dejamos que se instalase el olvido. Por esto, cuando tembló la tierra de Chile llamé para mostrar mi preocupación y solidaridad. Contestó mi amiga y hasta donde sabían- allá todos estaban bien. Con él no hablé, el azar lo quiso así.
Unas doce horas más tarde, era mi amiga nuevamente: el terremoto con su onda invisible había alcanzado el corazón, que estallaba incapaz de soportar una sola emoción mas, de mi amigo. La vida duele, a veces demasiado.
Ha pasado casi un año, poco tiempo para mitigar el dolor y acostumbrarse a la ausencia. Mi amiga sigue hablando de él en tiempo presente, los verbos se le resisten.

Ahora, en vispera de su viaje de retorno, deseo que cuando lleguen al lugar de despedida que sople un viento fuerte sobre la cordillera andina y esparza las últimas partículas de su existencia terrenal a la inmensidad de la existencia cósmica.

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