domingo, 24 de octubre de 2010

Domingo...

... gris, luz tamizada y, al fondo, el mar, casi imperceptiblemente, azul. Como el día y la noche, la alegría la sucede el tristura, saudade, morriña. Momentos de plenitud en compañía de los que mas quiero son, ahora, momentos de queda paciencia, por fuera, por dentro, el corazón  galopa sin control. Duele la ausencia y pocas tiritas pueden sanar la herida. Y nada duele tanto como la herida del amor filial. Es la herida del samurai, autoinflingida, algo que paraliza y  envuelve en la bruma como las cataratas obnubilan la vista.

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